martes, 24 de octubre de 2017

Un ángel en mi reloj
No busquen más.
Encontré a un ángel en mi reloj.
Pequeño pero tan grande.
¡Noble! Y, por serlo, enriquecido.
No pierdan el tiempo.
¡Basta de enloquecidos andares!
Mañana de verano, noche de abril, tarde de invierno.
No busquen más.
Siempre y en todos los lugares
el ángel tiene las manecillas del reloj en sus manos.
Se hunde los ojos con sus pequeños dedos para no llorar,
quiere que sus lágrimas vuelvan de donde vinieron
pero su alma no las quiere.
¡No encuentra la felicidad!
Cuando el reloj toco las siete ya no lloró y, flotando en ese instante,
mi ángel y mi reloj armonizaban con el resto del mundo.
Su alma encontró la felicidad solo un minuto.
Detuvieron su andar.
Eduardo Méndez

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